lunes, 12 de marzo de 2007

“pelao…”

Salgo a la vereda y siento un grito necesario, que salía de la sombría esquina, ¿que decía el grito?... Simplemente –pelao- y entendí de inmediato, me llamaban los changos, el que grito fue el negro Elio, por eso no sabia de donde venia, noche y Elio son sinónimos, con solo dirigir mi mirada a la esquina todos levantabas las manos, ahí note la palma blanca del negro Elio, en señal de invitarme a unirme a ellos, como negarme, tanto tiempo que no veía a todos juntos, muchos grupos se hicieron, muchos se deshicieron, pero ahora todos éramos uno y estaban todos, desde, el mono Adrian, Ramon, el tontulo Walter o Harry el sucio, Ninjita o Jorge y el ya nombrado negro Elio. (Los que no estaban: Patón, Franco, Tanga, el gordo Juan, el gordo Meo o Huguito, el gordo Gonzalo, que se fue diciendo que no éramos sus amigos por “bla bla bla”, ósea que estaba pero mejor no hablar de ciertas cosas, el siempre tan novelezco).
Cada uno cumple un rol, pero todos nos reímos con todos, no nos reímos de vos, nos reímos con vos, con nosotros. Describir el Rol que cumple cada chango seria hacer una serie infinita de ejemplos, que algún día realizare. La esquina, mi barrio, los changos y esas noches de invierno que vuelven, pero los gritos o silbidos para compartir unas horas ya son esporádicas, demasiado.

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