Ni cerca de ser una elegía...

Un dia como cualquier otro, algo gris, miro al cielo, no lo había notado pero esta muy nublado, me concentro y busco sentir el aire fresco en mi rostro, aire que anuncia lluvia, y si, lentamente siento la brisa helada, solo hago una mueca, me falta ver de donde viene este, al hacerlo una pequeña sonrisa se hace presente en mi rostro, ¿que me pasa?, solo un lindo recuerdo. Dado que estoy bien, fuerte, vuelven a mi esas personalidades interiores que guardo en mi cabeza, las creía perdidas, vuelvo a ser el mismo soñador, concentrado, callado, observador intocable, irónico, el mismo hijo de puta de siempre, ahora mi ser se controla por la vida misma, no encargo a un sentimiento algo milagroso pero efímero mi ser, menos a aquellas muletas que me supieron dar sus orejas, tiempo y cafés, ya no, ahora puedo solo.
Siento su presencia, por atrás, me viene siguiendo alguien que me llama debes en cuando, si, es una mujer, por lo menos para mi, esta se llama Soledad, no me intima pero siempre me esta viendo desde la otra vereda, yo la conozco bien, ella no es mala, por el momento solo atino a saludarla, soy de negar saludos, pero ella no se lo merece, ella me conoce bien y que me quiera con ella es algo muy destacable, con ella tenes miles de charlas, extensas, cortas, de auto descubrimiento, depende de cómo te encuentres con ella, tal vez hasta llanto compartas, a pesar de no haber nadie ella te acompaña siempre. Me abrigo, el frió se hace mas notorio en cada momento, voy caminando lento hacia el jardín de mi casa, siento la primera gota, luego la segunda, arden, mas la primera, me resguardo bajo un sauce llorón, lentamente la calle beige se tiñe de marrón, olor a tierra mojada, rico olor, que no tiene gusto, que dice mucho, pero omito todo eso, salgo de mi techo de hojas lastimeras y en lo que me voy adentrando a mi casa, pienso -es solo lluvia, es la época- mientras ella me extiende su mano.